La carrera de Arthur Miller podría definirse como irregular o inconstante, salpicada de obras que no terminan de funcionar. Sin embargo, continúa escribiendo, entregado a un público que, consideraba, necesita convencerse de que el cambio y la mejora eran posibles. Panorama desde el puente (2012, Cátedra) es un buen ejemplo de ello.
Aunque pueda parecer repetitivo o monótono –temas como el paso del tiempo, la esperanza o la necesidad de tomar las riendas de la propia vida, son recurrentes− leer a Miller siempre es una sorpresa. Habrá quienes se sientan seducidos por su título o por la portada, esa estampa tan conocida incluso por los que nunca hemos viajado a la ciudad de los rascacielos; sea cual sea la razón que nos lleve a esta obra, bien empleada está. Y es que Eddie Carbone lo merece. Este personaje real surgió como un nuevo héroe trágico para añadir a la extensa galería milleriana, pero su error fue escribirla en verso y hacerla excesivamente larga. Como era de esperar, tuvo una nefasta acogida por parte de la crítica que la tachó de fría y cerebral. A pesar de ello, no se da por vencido y un año después regresa a los escenarios con una nueva versión reducida y en prosa.
Con Panorama desde el puente, Miller recrea el entorno de trabajadores sencillos y humildes, reflexionando sobre nuestra propia existencia, enfrentando a los personajes a debates profundos y creíbles. La intención, en definitiva, es mostrar quién es y cómo vive el hombre contemporáneo, en un marco concreto como la zona portuaria de Red Hook, en Nueva York, donde las mafias tratan de explotar a los inmigrantes recién llegados como Marco y Rodolfo. Para conseguir mayor credibilidad, el dramaturgo no escatimará en crear una escenografía realista donde los interiores cedan terreno a unos exteriores por los que veremos desfilar a vecinos y compañeros del protagonista.
El estibador Eddie Carbone conoce bien la ley no escrita de solidaridad entre inmigrante. Vive en el barrio italoamericano de Brooklin con su esposa Bea y con su sobrina Katie. La historia arranca cuando la familia acoge a dos italianos ilegales en su casa. Se trata de Rodolfo, un guapo soltero y Marco, un hombre casado que se ve obligado a emigrar para sacar adelante a una familia que pasa hambre. Las tensiones familiares crecerán cuando Eddie descubre que Katie y Rodolfo van a casarse para evitar que así sea expulsado del país.
El peso de la obra recae sobre Eddie, el protagonista y Alfieri, su abogado quien hace las veces de narrador y se dirige de manera cómplice al público o al lector para conducirlo por la obra. Aunque al principio la acción tarda en aparecer, Miller mide muy bien el tempo dramático que irá creciendo hasta llegar a un clímax que se prolonga varias páginas. A pesar de que la obra se estrenó hace más de cincuenta años y está ambientada en el seno de una comunidad italoamericana, sus coordenadas históricas siguen vigentes: mafias clandestinas, redes familiares y comunidades de inmigrantes siguen poblando los mapas de este siglo. Más allá de estos aspectos anecdóticos, la idea que subyace es que nada ha cambiado desde entonces: la gente no cree ni confía en la ley. La pregunta que plantea Miller es qué debe hacer el hombre cuando la ley escrita y la no escrita que rigen la comunidad se ven enfrentadas. La obra confirma, como dice Alfieri, que la ley para los inmigrantes es impuesta y extraña, por eso cuando Eddie solicita amparo, acaba sufriendo el ostracismo de una comunidad que posee sus propias leyes. Panorama desde el puente demuestra que lo justo e injusto no tienen fronteras delimitadas y que puede haber injusticias que moralmente no lo sean y actos supuestamente justos que sean moralmente reprobables.
Esta edición, al cuidado de Ramón Espejo, es muy analítica y completa; como nos tiene acostumbrados (quizás malacostumbrados) Cátedra. Tan interesante es la obra como el estudio crítico que se centra en la producción milleriana de los últimos treinta y cinco años, destacando tres piezas: Panorama desde el puente, El precio y Después de la caída. Se tratan de títulos oscuros y experimentales que nada tienen que ver con su producción más conocida (Muerte de un viajante). En ellas el dramaturgo reflexiona sobre el amor, el recuerdo, el sufrimiento y el envejecimiento. “Atrás queda esa defensa encendida de un arte comprometido y capaz de transformar la sociedad” (pág. 31).
Miller siempre creyó que la función social del teatro pasaba porque el espectador pudiera aprender alguna enseñanza de aquellos personajes trágicos y aquellas vidas equivocadas. En efecto, su teatro cumple sobradamente ese objetivo porque nos invita a reflexionar sobre los aspectos incómodos de nuestra identidad y mantiene la esperanza de que el cambio y la mejora colectiva sean posibles.
A pesar de los dramas personales y de las miserias individuales, cuando leemos a Miller siempre nos queda el mismo mensaje: la vida humana es valiosa y esas pequeñas decisiones a las que nos enfrentamos pueden parecer pequeñas para el devenir de la humanidad pero son de una gran trascendencia en el plano personal.
Datos técnicos
Título: Panorama desde el puente
Autor: Arthur Miller
Editorial: Cátedra, septiembre de 2012
Páginas: 200
Rústica Hilo
I.S.B.N.: 978-84-376-3034-2
Precio: 12 euros
Sara Roma,
Han cometido un error en esta reseña. Hablan de Henry Miller, en vez de Arthur Miller. Saludos.
Gracias, Suso. Sí, cambié el nombre por el del autor de «Trópico de Cáncer».
Un saludo.
Me alegro de haberte sido de ayuda. Saludos. Lapsus, ¿quién no los tiene?